En este sentido, desde la coordinación de Enfermedades Crónicas No Transmisibles se recuerda que moverse cada día mejora la fuerza muscular, la densidad ósea y el equilibrio. Estos aspectos son fundamentales para realizar tareas cotidianas con autonomía y prevenir caídas. Además, ayuda a mantener un peso saludable, mejora la circulación y reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Estar activos también tiene un impacto positivo en la salud mental. Hacer ejercicio disminuye los síntomas de ansiedad y depresión, mejora el estado de ánimo, la autoestima y la calidad del sueño.
Para personas mayores de 65 años, cada movimiento cuenta, no es necesario hacer ejercicio intenso para notar beneficios. Lo importante y aconsejable es dedicar al menos 150 minutos semanales a realizar actividades físicas moderadas aeróbicas, o bien algún tipo de actividad física vigorosa aeróbica durante 75 minutos.
Se aconseja incorporar ejercicios que refuercen el equilibrio, la coordinación y la fuerza muscular, adaptados a las posibilidades de cada persona. Caminar, bailar, hacer gimnasia suave, andar en bicicleta o participar en talleres de movimiento son opciones válidas. Lo importante es mantener la constancia y adaptar la rutina a las necesidades personales.
Es muy importante consultar a un médico antes de comenzar a realizar cualquiera de estas actividades.